¿De dónde sacas tus ideas? ¿Cómo se te ocurre una historia? ¿Cómo creas un argumento? ¿Cómo haces para escribir tus novelas? ¿Cuál es tu proceso creativo?
No imagináis cuántas veces, a lo largo de su carrera literaria, le hacen estas preguntas a un escritor. Estas y otras muchas variantes que, al final, pretenden averiguar lo mismo.
Bueno, una cosa más, sigo desaparecida de las redes sociales. Estas semanas están siendo para escribir mucho y disfrutar de la familia, pero me escapo a Instagram cada vez que tengo un ratito, así que allí nos vemos.
Yo siempre respondo con la verdad:
—No lo sé.
—Aparecen sin más.
—No tengo método, ni pautas. Por no tener, muchas veces no tengo nada de nada. Aventurera que es una.
Estas respuestas no suelen gustar, porque, en cierto modo, la gente espera que compartas tu «gran secreto» con ellos. La fórmula mágica que escondes en el cajón y que no quieres enseñar. Nada más lejos de la realidad. El dónde, cómo y cuándo es un misterio para mí. Aún hoy, cuando hojeo mis libros, me sigo sorprendiendo de que cada palabra haya salido de mi cabeza.
En mi caso, no sé de dónde surgen esas ideas que acaban convertidas en una novela. No exagero cuando digo que un 10% es planificación y el resto improvisación. Trabajo y me documento sobre la marcha, a golpe de inspiración.
¿Cómo explicas algo que casi parece mágico? ¿Algo que puede aparecer en cualquier momento sin ningún control por tu parte? Una canción, una película, una frase, el retazo de un sueño al despertar…, pueden plantear el primer «¿Y si…?». Después vienen los cómo y por qué, dónde, y, cuando logras las respuestas a esas preguntas, solo tienes que colocar una palabra al lado de otra y construir una trama interesante. Y esa parte es la difícil.
Las ideas solo son eso, ideas. Hasta mi hija las tiene. Te convierte en escritor ser consciente de ellas y lo que haces con ellas. Saber unirlas, que tengan sentido. La imaginación. Y no, tampoco sé de dónde sale mi imaginación, qué la provoca o la potencia. Forma parte de mí como mis ojos, mi carácter, o que camine de puntillas sin darme cuenta de que lo hago. Un rasgo más.
Las ideas son los cimientos de la imaginación, a partir de ellas construyes la ficción. Pero no todo es tan sencillo y aleatorio como parece. Cuando eres consciente de lo necesaria que es una buena idea como punto de partida, te cuestionas todo lo que se te ocurre: si es lo suficientemente interesante, si vale la pena contarlo, si ya se habrá contado antes… Esta situación desencadena otra mucho más desesperante, el bloqueo, la temida página en blanco; otro rasgo que te convierte en un escritor de verdad.
¡Bloqueo! ¿Qué tendrá esta palabra que da tanto miedo? La vemos como si fuese una gripe contagiosa, dolorosa, a la que hay que combatir IPSO FACTO, como sea, a cualquier precio. Ya sea con mal humor, insomnio, desesperación y nuestra propia autodestrucción, cuestionándonos si de verdad servimos para esto.
Aquí sí tengo un secreto que contaros. El bloqueo no es más que un aviso de que hay algo en nuestra historia que no funciona, que no estamos haciendo bien; y muy en el fondo sabemos qué falla.
Quizá no tenemos la habilidad necesaria, la técnica: sabes lo que quieres decir pero no cómo decirlo (esto ocurre mucho al principio, cuando somos novatos y aún no hemos creado nuestras propias herramientas de trabajo y su uso).
O puede que no sea el momento de esa historia que nos empeñamos en escribir; o nos negamos a eliminar la escena conflictiva que nos tiene atascados porque nos gusta, aunque eso no significa que en la novela funcione. No lo hace, que estés bloqueado ya es una señal.
En otras ocasiones, solo es cuestión de ser flexible con tus propias ideas y probar cosas diferentes, como cambiar el punto de vista, el escenario, la finalidad…
También puede ser que tú no estés anímicamente preparado, con problemas ajenos a escribir que tengan tu mente ocupada con otras cosas. En ese caso, lo mejor es aparcar unos días el trabajo, hasta que te encuentres mejor.
A veces, el problema no es la falta de ideas, sino el exceso de posibilidades. Los muchos caminos que pueden surgir y entre los que debes decidir para llegar a buen puerto. Y ya no os cuento la loca encrucijada que supone que en tu cabeza haya más de un proyecto, muchos proyectos, con ideas para todos, personajes, escenarios… Y te planteas hacer malabarismos con dos, porque te cuesta la vida elegir, hasta que te das cuenta de que es un disparate. Lo sé, es algo que no dejo de intentar; eso de tropezar mil veces con la misma piedra como que me va.
En fin… que comienzo a divagar y me pierdo.
No hago ningún preparativo previo a escribir salvo tener siempre a mano mucho café, papel y bolígrafo. Tengo unas pocas notas en un cuaderno (esas ideas que surgieron en algún momento, convertidas en un esquema o un plan muy simple y poco detallado). El resto, el secreto que me ayuda a escribir, es empezar a mover los dedos sobre el teclado. Sencillo y al alcance de cualquiera.
Apenas planeo. Las escenas, los diálogos, los giros…, se asemejan a burbujas flotando dentro de mi cabeza, en continuo movimiento. Sé que están ahí dentro, las visualizo y ordeno, cogen forma, crecen y se entrelazan formando «algo» con un comienzo y un final. Siempre es así.
Sin embargo, lo que ocurre entre esos dos puntos es para mí un misterio, hasta que, poco a poco, logro ver los hilos que los unen. Mi cerebro siempre está en marcha, no desconecta. En su interior hay un remolino que no deja de dar vueltas.
¿Cómo conviertes todo eso en consejos para otros escritores? ¿Cómo explicas lo que no tiene explicación? Algo que no se ve, que no se palpa, que no tiene más forma que el aire.
Hay trucos para fraguar ideas: ver series, películas e incluso leer libros que tengan que ver con lo que tú quieres contar. Aun así, hay que tener cuidado con esto, porque no hablo de copiar. Pero si estás escribiendo una distopía, leer algo sobre este tema te puede dar nuevas direcciones para la tuya. Provocar la chispa que ilumine tu propio camino sin adueñarte del de otro.
Escribir es un acto muy complejo, más de lo que parece. También muy personal. Cada quién tiene sus trucos y tácticas. Lo que me funciona a mí no tiene por qué funcionarte a ti, y a la inversa.
A veces ni siquiera me funciona a mí mi propia experiencia. Mi mente es un caos.
Escribir no es sencillo; y quienes pienses que sí, no tienen ni la más remota idea. Sin ofender.
Terminar una novela ya es un logro importante. Siéntete orgulloso de haber tenido esa primera idea y de haberla hecho crecer, sumando otras, creando tu historia. Porque es tu idea, solo tuya y has trabajado mucho para darle forma. No pienses si es más o menos buena, novedosa, si gustará. Ya has conseguido algo que no todo el mundo puede.
Además, voy a contarte otro secreto: no vas a gustarle a todo el mundo, siempre habrá alguien que opine de un modo negativo sobre ti y tu trabajo. Incluso es posible que lo haga con crueldad, así que prepárate para ese momento lo mejor que puedas y ten a mano las tiritas, porque dolerá. Siempre duele, es inevitable. Lo que dure ese dolor es lo que tú puedes controlar, intenta que ese tiempo sea efímero.
Siempre habrá personas que alaben lo buena que es tu novela y otras querrán arrancarse los ojos tras leerla. Unos dirán que tus ideas y trabajo son buenísimos. Otros, que es especialmente malo lo que has escrito. Y si tienes suerte, las críticas serán solo para el motivo real de estas, el libro. Hay muchas posibilidades de que tu persona también se vea criticada: no solo has escrito una mierda, probablemente tú seas otra mierda, además de frígida, necesitada, fea y mil cosas más que «justificarían» tu bazofia, como si en lugar de una ficción hubieses escrito tus memorias. Es así. Son así.
Piensa en un libro que creas que es universalmente querido y respetado, mira sus reseñas y encontrarás críticas negativas que lo consideren un despropósito, un pecado, un… un… ¡Quemadlo! ¡A la hoguera con él! ¡Y por Dios, que cuelguen al autor! ¡No merece vivir!
Ha sido, es y será siempre así. Acéptalo y serás un poco más feliz, sufrirás menos y disfrutarás más a la hora de escribir.
Y, por favor, querido escritor, sonríe cada vez que te ocurra algo así. Las guerras, las batallas por la razón no tienen sentido aquí. Es cierto que estas voces negativas gritan más fuerte y hacen más ruido que las otras, y asustan. Te hacen sentir pequeño e inútil. Esas novelas que critican son pedazos de nuestro corazón y, si nos insultan, es nuestro corazón el que rompen. Hay que ser muy valiente para mantener la cabeza alta cuando se leen cosas tan destructivas. Quizá, lo mejor sea no leerlas.
Escribir es un aprendizaje continuo, nunca se sabe lo suficiente como para hacerlo realmente bien. Nunca seré tan buena como quiero ser, esa realidad mantiene mis pies en la tierra; pero también hace que me esfuerce con cada novela, ya que en el fondo sueño con que algún día alcanzaré esa perfección. Un tesoro que siempre está en la siguiente isla.
Hay una cosa que sí hago, sigo mi propia voz. Ese es el mejor consejo que me han dado nunca. Es cierto que no queda casi nada por inventar, se ha escrito sobre todo. Encontrar algo nuevo es tan difícil como toparte con el Santo Grial en medio de la calle, esperándote.
¿Qué hace que una idea manida funcione y enganche a los lectores? Tu voz.
¿Por qué ese cliché en tu novela es una virtud y no un defecto? Por tu voz.
Por mucho que ames y admires la voz de ese otro escritor, no la copies, no la imites, persigue la tuya. Crece por dentro, encuentra tu estilo, tu personalidad, tu corazón para contar lo que otros muchos ya han contado y convierte tu idea en algo único que solo tú puedes hacer.
Es muy difícil dar consejos sobre escribir. A lo máximo que puedo aspirar es a esto, a divagar entre mis pensamiento sobre cómo veo este trabajo, lo que para mí supone o cómo lo llevo a cabo.
Me gusta crear escenarios, historias y personajes, en los que más me esfuerzo.
Protagonistas, antagonistas, secundarios…, todos son importantes y tienen algo que aportar. Intento que sean interesantes, que fascinen con su personalidad, diferentes entre sí independientemente de si caen bien. Ese rasgo de afinidad es el menos significativo para mí. Si estoy en una misión espacial, perseguida por un centenar de naves que intenta derribarme, lo que necesito es un buen piloto y tirador que me ayude a sobrevivir, aunque sea el tipo más borde del universo. Que solo sea guapo, simpático y divertido no nos va a salvar. (Vale, este último también podría ser un buen piloto y tirador, pero, qué queréis que os diga, yo también me aburro de los personajes demasiado perfectos).
¿Entendéis por dónde voy? No construyo a mis personajes con un gran número de buenas cualidades que puedan provocar una reacción emocional positiva en el lector. Mi prioridad al presentarlos no es encontrar la simpatía, sino la comprensión y el entendimiento del personaje en cuestión. Que no te caiga bien, pero que logres entenderlo porque, después de todo, él no eres tú. Busco que no dejen indiferente al lector, que con su forma de ser provoquen reacciones, unas serán buenas y otras malas. Habrá quién se identifique con ellos, que simpatice, que sienta lástima u odio. Los lectores podemos llegar a ser tan drásticamente diferentes entre nosotros que coincidir todos en un solo punto es poco probable.
Lo que quiero decir es que imposible crear personajes que caigan bien a todo el mundo, así que abandona esa idea. Céntrate en crear buenos personajes, reales, creíbles, con defectos y virtudes. Hazlos interesantes. Y sé correcto. Está bien que en una novela haya personajes con defectos y actitudes terribles, lo malo es idealizarlos como algo aceptable y que lleguen al final sin haber subsanado de un modo u otro ese defecto. No deben ser un ejemplo, sino una lección que aprender. No hay que dejar de usarlos, sino usarlos correctamente. Tampoco encasillar por raza, orientación sexual o estatus, estamos convirtiendo esos rasgos en un cliché (yo misma), y no me gusta.
Somos escritores y también comunicadores. Escribimos para nosotros mismos, pero la realidad es que después nos van a leer y eso conlleva una gran responsabilidad. Es bueno recordarlo. El mensaje que transmitimos es importante y debe cuidarse.
Siempre me pasa igual, comienzo escribiendo sobre un tema concreto y acabo contando mil cosas que poco tienen que ver. Me distraigo sin remedio, así que lo voy a dejar aquí.
Besos a montón.